lunes, octubre 04, 2010

Tarde de lluvia






Me puse a leer porque llueve, porque ha dejado de dolerme la cara y porque a veces pienso que a lo mejor se me pega algo de esa gente estupenda que cuenta historias y nos hace reír o llorar.
Luego se me ocurrió que hace tiempo que no escribo en lo virtual. Vuelvo a pintar, a la libreta y al borrón con tinta china. Supongo que son temporadas. En ocasiones olvidas que tus muñecas están diseñadas para danzar sobre el papel y sólo ves una pantalla con mil colores y un abismo de exhibicionismo silencioso. Lo táctil tiene un plus de intimidad, quizás por eso me gusta tanto. A lo mejor es que en realidad soy una clásica de tres pares.

No puedo dormir. Un poco por el viento que ronronea tras la ventana y un poco por antojo.
Me he pasado la tarde, desde que P. se fue, enroscada sobre el aire mágico del tic tac del reloj. A veces me cuesta creer lo que ocurre a mi alrededor.
A P. lo conocí hace poco, de forma casual. Es un chico guapo, lo sabe pero no se aprovecha demasiado. Me cae bien, aunque crea en eso que dice Roth de la belleza les hace invisibles. Tampoco es que importe demasiado, yo nuca he tenido suerte con los guapos, soy más de gente normal.

Iba a ser un día como otro cualquiera, quizás peor por lo de mi oído (y esta es otra historia), pero el azar llamó a mi puerta y todo giró tan rápido que no supe dónde me había metido hasta que todo pasó.

Quedamos para tomar unas cervezas. Era un poco tarde pero fuimos a recoger a J. por su casa. Es una chica estupenda, siempre está alegre y siempre mete la pata, combinación que la hace adorable.
Nos emborrachamos antes de cenar y la lluvia nos ayudó un poco a meternos en casa hartos de viento y caminatas.
Comimos con ganas y nos reímos con el pasado reciente y las migas de pan.

P. me besó en la cocina,fue uno de esos besos alcohólicos, tan largos, tan ricos. Me sorprendí a mí misma preguntando si se quedaría a prepararme el desayuno. Aceptó, a pesar del horterismo de mi espontaneidad.
Despertamos ya de tarde, enmarañados y sonrientes. El desayuno se convirtió en una comida rápida y hambrienta. Por supuesto cumplió su promesa.
Se fue como llegó, sin querer, por azar, tras una buena charla alrededor de una mesa.

No se volverá a repetir y está bien así. Las infidelidades son para otros.

Pero supongo, que como ahora, con la lluvia de fondo, pienso que hacía tiempo que no me dejaba llevar por la sorpresa. Es como bailar sobre el papel, sólo que los colores son de carne y hueso.

Harlem, Someday Soon

2 Mordiscos:

Roberto dijo...

abosultamente precioso eso de dejarse llevar...tus palabras tienen esa impronta...

un beso

tomatita dijo...

Gracias, poeta...a mí me gusta tu impronta en este pequeño huerto.
Besos