Expresionismo musical

Clifford Brown ya no me hace caso. Me temo que definitivamente lo haya rayado de tanto escuchar.
La realidad es que este disco me eligió, como el que escoge una esposa a la carta. Se lanzó en mis manos una mañana de sol y resaca en el rastro madrileño.

Y ahora me disgusta perder Embraceable you o el Stardust, pero sólo porque me retrotrae a aquel tiempo en que paseabas tus manos por mi espalda -oh gracias- y yo ronroneaba bajo la deliciosa trompeta del jazz.

Tendré que regresar a la amabilidad de Jarret y su piano compulsivo-obsesivo-sentimental.
Él no lo sabe, pero crea música para miopes. Cada nota es un rayo luminoso distorsionado por la distancia. Y ningún cristal abultado o corpulento puede remediar la caída.

Será por eso que mi ojo derecho se entristece con el amanecer. Se anticipa a las miradas de lunes, a la fiereza de la costumbre, la desproporción de los verbos . Soy la poseedora del órgano visual más sensible a las tormentas, al viento salado de este norte.
Mis ojos , en realidad, son de la quinta del marrón con aristas que es el uniforme de las mujeres españolas, sólo que con una afinidad casi enfermiza por la armonía y la cadencia descendente.

El caso es que mi ojo es lírico, se pierde con los adoquines y llora como un niño imberbe y caprichoso.


The Köln Concert. Keith Jarret