lunes, enero 14, 2008

El Diario de la mañana




Dice el periódico que nos enamoramos de una ciudad por la misma razón arbitraria por la que nos enamoramos de una persona.
Nos seduce lo que vemos, lo que entrevemos y sobre todo lo que imaginamos. No las amamos por su belleza, son bellas porque las amamos.

Se me aparecen , entonces, unos cuantos pensamientos descolgados como imágenes en un caleidoscopio, sublimados, quizás, por el candor de la mañana, el sueño atrasado y el café con sabor a humaredas.

En este juego de espejos me entretengo con la simetría de la cavidad de las ropas enfaldadas, preguntándome si el muchacho de los brazos hermosos, esos que se asemejan tanto al David de Miguel Ángel por largos y fibrosos, con las venas tan marcadas que parezca que esté a punto de envainar la honda que dé muerte al Goliat de la mitología, es bello por un azar de la conveniencia.

Y ya no importa que nos hayamos quedado a oscuras, que la luminosa desproporción nos inunde las venas.


Electricistas. Fangoria

Fotografía de Tina Modotti

3 Mordiscos:

John Appleman dijo...

Me encanto tu blog...un saludo.

38 grados dijo...

es cierto....nos enamoramos de ciudades, de personas, sin motivo aparente, porque el amor es así de oblicuo y surrealista.
un beso tomatita

El histriónico gato de Cheshire dijo...

Siempre me ha gustado pensar que la belleza en realidad está en los ojos del que mira.