Me cuesta llegar al fondo de los motivos que empujan a cualquiera a ejercer la vileza, la usura con aquellos conocimientos de los que todos debiéramos ser partícipes.
El mundo de la restauración es , en ocasiones, demasiado oscuro para mis asuntos, propósitos y moral.
Nos mecen con historias de valientes que envainan las espadas contra la fuerza del tiempo y logran colocar las corazas que aletarguen la inexorable muerte de lo físico, del soporte, el sustento, la mies.
Me pregunto cual ha de ser la respuesta, qué es lo verdaderamente importante.
Nada que diga o haga ahora será fruto del azar, la casualidad, el choque fortuito y fugaz de una mente inconexa , cansada. Otros, antes que yo, trataron de explicar las mismas preguntas, con el mismo compromiso con el que la duda me combate ahora.
Pero, dónde está la barrera, hasta qué punto podemos luchar?
El aprendizaje nos convierte, a menudo, en otra gente, en alguien que no existía previamente más que en aquella bien educada que se estima como obligación.
Cuando me contaron que el tiempo no siempre es inexorable, que todo es reversible , inocuo y estable, vi ,un tanto confiada, cómo mi sensibilidad se aupaba hacia el norte de las ilusiones. Yo sólo quería salvar mi mundo, aquellas cosas que me hacían amarlas, que provocaban –y provocan- el deleite en nosotros.
¿Y ha de ser este el objetivo?
Ruskin decía que “el período en el que cualquier pueblo dado alcanza la máxima altura en el arte es precisamente aquel en que parece firmar la sentencia de su propia ruina”
¿Deberíamos empeñarnos, pues, en transformar la ruina en un pasado irrepetible pero imitable?
La respuesta , a pesar de lo que parece, no es siempre negativa.
¿Dejaríamos agonizar nuestros afectos justo bajo los pies sin intentar la reanimación?
Los medios empleados, las actitudes, los instintos a los que nos hemos acostumbrado se basan habitualmente en la rapidez de factura, el efectismo, la experimentación que junto a esta innata curiosidad animal que nos delata, también nos empuja en una dirección sin retorno aparente.
¿Deberíamos ralentizar el –mal- uso para conservar, para evitar la destrucción?
¿Daguerrotipos frente a laminados? Ese es el resumen.
¿Es posible? ¿Es factible, es real?
Foto: Muchachas a la ventana,Jock Sturges
La NüBe
miércoles, noviembre 21, 2007
Daguerrotipos
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