Cebolla picada

Ahogaba mis lágrimas tras la cebolla, el aliño de la ensalada.
Y pienso que Hernández desplegaba una imagen poderosa y certera cuando escribía aquello de la cebolla es escarcha cerrada y pobre.



Después de tu voz ,sólo me quedó el llanto, unas pequeñas gotas de desaliento entre mis carrillos.
En el salón un puñado de amigos charlaban al son del vino de toro, mi hermano llegaba tarde ,para no variar, y yo intentaba que la conversación no pronunciara mi nombre, que mi cara no tocara el suelo entre mis afectos, porque entonces ya no podría parar.

A veces me empeño en no quererte, en hacer de lo extraordinario algo cotidiano y ruin para no salir de este trance en volandas, al galope por mis sueños desterrados.
Pero a veces me canso de remar, y las aguas me invaden, me desnaturalizan, me esparcen por el rincón más ignoto y demoledor de mis silencios.
En esta ocasión no te echaré la culpa, hace tiempo que prometí que no caería, pero siempre regreso para tropezar sobre los mismos escollos...
Noviembre era mi temor, mi desconcierto, y no me equivocaba, aunque algunas tardes sean el sueño de Morfeo hecho huésped, halago, pues es tu risa en tus ojos la luz del mundo y no encontraré paz que me niegue lo que escribo.





La NüBe